miércoles, 8 de julio de 2020

VOLVIENDO

Tras tres meses de confinamiento en los que el único contacto que hemos tenido J.B. y yo ha sido por mensajes, skipe y teléfono., por fin íbamos a vernos, a tocarnos, a sentirnos. Y ambos teníamos ganas, la verdad. Porque estar en la distancia no ha sido fácil, pero era lo que tocaba. En fin, vamos a lo que interesa. Ambos habíamos fijado la fecha en el calendario, La noche de San Juan. J.B. me envió un taxi que fuera a buscarme a mi casa. Según sus instrucciones, debía llevar un vestido, lo más sexy posible, sin ropa interior debajo, el pelo recogido y no debía olvidarme el collar. Así que antes de salir de casa, puse el collar en mi bolso y en cuanto el taxi llegó, me lo puse. Estaba nerviosa, el corazón me iba a mil. Llegué en poco más de una cuarto de hora a casa de J.B. en la zona alta de la ciudad. Era una casita, no muy grande pero elegante y moderna. Salió él mismo a recibirme a la puerta.
- Bienvenida preciosa. Vamos.
Me hizo entrar.
La casa era hermosa, elegantemente decorada, con numerosas obras de arte por todas partes, aunque supongo es lógico en un tratante de arte. Me fijé en la escalera que llevaba al piso superior y se lo hice saber:
- Preciosa escalera.
- Sí, es bonita y no sabes el juego que puede llegar a dar una escalera - me dijo travieso.
Lo que hizo que me excitara sólo con pensar en todas las posibilidades.
- Desnúdate - me ordenó, sorprendiéndome.
Empezaba el juego. Obviamente obedecí, desnudándome, dejando caer la ropa a mis pies. Cuando estuve totalmente desnuda me cogió de la mano y me dijo:
- Ven, vamos a comprobarlo - añadió, llevándome hasta las escaleras - Quiero que las subas a cuatro patas, como si fueras una gatita.
Me planté en el suelo de a cuatro, dispuesta a obedecer. Y empecé a subir las escalera siguiéndole. Cuando llegamos a la parte superior él me ordenó:
- Levántate y ven para acá.
Me acerqué a él, colocándonos ambos junto a la baranda. Y entonces, me hizo doblar sobre ella quedando con la parte superior de mi cuerpo hacía afuera de está.
- Sujetate a la baranda con ambas manos - me ordenó.
Se sacó unas esposas del bolsillo y las puso de modo que mis manos quedaran cogidas a la baranda. Mi culo estaba expuesto para él. Y no tardó en acariciarlo, primero suavemente, luego me dió una nalgada, luego otra, y otra, alternando una nalga primero y luego otra y haciéndome estremecer. Me las hizo contar y al llegar a veinte se detuvo. Sentía mi ojo enrojecido, caliente. Y entonces J.B. empezó a acariciar mi sexo, pasando sus dedos por mis labios vaginales, buscando mi clítoris, empezó a acariciarlo suavemente, haciendo que poco a poco me fuera excitando. Yo gemía y me estremecía. Metió uno de sus dedos, luego otro. Los movió dentro y fuera, dentro y fuera, hasta llevarme casi al borde del orgasmo. Y entonces los sacó. Vi que se quitaba la ropa y no tardé en sentir su polla tratando de penetrarme. Creo que ambos teniamos hambre de sexo, ambos deseabamos aquello y sentirle por fin dentro de mí, fue maravilloso, después de tres meses, fue lo mejor. Sentí cuanto lo había echado de menos y disfruté, me sumergí en las sensación de sentirle dentro de mí, de tenerle, de que me hiciera suya, del placer mutuo y fue maravilloso. Cuando terminamos, me desató, me abrazó y nos quedamos un rato abrazados, disfrutando de aquel momento.

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