Doblada sobre el pequeño escabel que J.B. tiene en su salón, siento como el flogger cae sobre mis nalgas, firme, certero, fuerte. Y lo hace varias veces, una, dos, tres, cuatro, voy contando como J.B. me ha ordenado. Los golpes cada vez son más fuertes y siento mi culo ardiendo cada vez más. De vez en cuando J.B. se detiene, acaricia mi culo y trata de calmar el escozor que siento. Luego sigue azotando, de modo que con cada azote me estremezco. Me gusta la sensación de los golpes sobre mi cuerpo, me gusta la excitación que me causan. Y J.B. lo sabe, por eso sigue. Creo que a él le gusta ver como me estremezco, como se convulsiona todo mi cuerpo con cada latigazo. Empiezo a gemir tras cada latigazo. Mi culo esta ya rojo y escocido. Hasta de J.B. deja de azotarme. Me estremezco un par de veces más, y él se arrodilla a mi lado. Acaricia mi sexo, mi culo y acercando su boca a mi oido me susurra:
- ¿Estás lista para mi?
Le respondo con un: - Si, Señor.
Y siento como se coloca tras de mí. Cierro los ojos, quiero sentir como me penetra, como me hace suya, y por eso lo hago. Siento su sexo pegado al mio y entonces, lo mueve, restriega el glande por mis labios vaginales y luego me penetra. Me hace suya, me folla, moviéndose dentro y fuera de mi, rápido, fuerte, hasta que ambos nos corremos. Y entonces me embarga un sentimiento de total felicidad, de liberación, incluso de orgullo. J.B. me besa, luego me desata y descansamos abrazados tumbados sobre el sofá
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