Después de nuestra primera sesión, estuve unos tres o cuatro días sin saber de él. Me preguntaba cuando me llamaría y recordaba constantemente aquella, nuestra primera sesión, que para mí había sido muy placentera. Y cuando pensaba que quizás ya no se acordaba de mí o algo así, recibí una nueva llamada. Yo estaba en una tienda de ropa, con una amiga, comprándome un vestido para la boda de una amiga. Cuando ví que era su número, el corazón me dió un vuelco. Le dije a mi amiga que me disculpara y cogí la llamada.
- Hola Preciosa. ¿Cómo está mi putita?
- Bien, Señor.
- Me alegro. Bien, aquí van mis instrucciones. Vienes a la galería, cuando llegues das una vuelta por la galería de modo que yo vea que has llegado. Luego subes al despacho y como el otro día, te desnudas y me esperas allí. ¿Entendido?
- Sí, Señor.
Le doy una excusa a mi amiga, para deshacerme de ella y después, me voy hacía la galería de J.B.
Cuando llego hago lo que me ha ordenado. Doy una vuelta por la galería, asegurándome de que él me vea y sepa que estoy ahí. Luego me dirijo hacía la escalera y subo a su despacho, mientras oigo como le dice a su compañera que ya es hora de cerrar, que ya se puede ir, que él se encargará de algunas cosas en su despacho. Entro en el despacho y cierro con el cerrojo, luego me desnudo. A los pocos minutos, alguien llama a la puerta, es J.B., le abro y entra.
- Muy bien ¿cómo estás?
- Bien, Señor.
- ¿Cómo han ido estos dias?
- Bien.
- ¿Estas preparada para nuestra siguiente sesión?
- Si, Señor - le respondo.
- Bien, arrodíllate aquí - me indica debajo de unas cuerdas que penden del techo. Lo hago y cogiendo mis muñecas, me ata los brazos a las cuerdas que penden del techo y tira de la cuerda, para que mis brazos queden estirados por encima de mi cabeza. Luego me ata una pierna a una cuerda que está anclada en un clavo del suelo y otra en la otra pierna, de modo que mis piernas quedan abiertas y no puedo cerrarlas. Él se quita la camisa que lleva y se queda solo con el pantalón, se arrodilla a mi lado y empieza a acariciar mis tetas, luego mi sexo, empezando a excitarme. Cuando ya me tiene suficientemente excitada, coge el flogger y empieza a azotarme con él. Azota mis tetas, haciéndome estremecer por el dolor. Tras unos pocos azotes, de nuevo acaricia mis tetas, pellizca mis pezones, haciendo que me retuerza del dolor. Luego acaricia mi sexo otra vez. Me pregunta si estoy lista y luego me dice que hoy haremos algo nuevo, que espera que me guste.
Veo que coge una delgada cuerda que tiene sobre la mesa del despacho y se acerca a mí, me la ata alrededor de mi teta, haciendo que esta quede como si fuera una morcilla, me duele, hizo lo mismo con la otra teta, atándola con otra cuerda. Al terminar, mis tetas estaban rojas y dolían por lo fuerte que me las había atado. Las acarició, pellizco mis pezones y cada gesto hacía que me dolieran. Cogió entonces una paleta y empezó a pegarme con ella en las tetas, el dolor era... buf, punzante, demoledor, no sabía si podría aguantar mucho aquella tortura, pero él parecía disfrutar. Dolia tanto cada golpe que tuve que suplicarle que parara, porque no podía soportarlo, me dijo que se lo pidiera por favor y lo hice. Se detuvo y dejó la paleta sobre la mesa, y volvió para acariciarme el sexo nuevamente. Y entonces sí, sacó el Magic Wand y empezó a acariciarme con él. Y de nuevo, me llevó al orgasmo con él. Cuando terminé de convulsionarme, se puso tras de mí, se bajó el pantalón, se puso un condón y me penetró desde atrás, de nuevo me follo de un modo salvaje, casi animal, y se corrió.
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